Foto: Sabela Zamudio
Foto: Fernando Rincón
Foto: Fernando Rincón
EMERGENCIAS
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Juan Carlos Rosa Casasola despliega su equipaje, hecho a medida de la sala central, para revestirla precariamente. Sus baldas de ropa, ordenadas por gamas cromáticas, siguen alineamientos diversos que aquí se pliegan en la arquitectura por las paredes y el suelo para ponerla en evidencia, sin un aparente concierto. Dialogando con la impresionante arquitectura de la Sala Ferreres, el artista plantea una serie de secuencias con las que señala desequilibrios y formas inestables. A medio camino entre el postminimalismo y el Arte Póvera, sus piezas teatralizan el espacio para que el público tome conciencia de su posición, siendo éstas señaladores de lo circundante. Como en el minimalismo, que Juan Carlos Rosa pervierte, la obra no nos es dada ni se encuentra a priori sino que la obra, el arte, ocurre, irrumpe. Es por eso que frente a la forma, la regularidad, el orden y el control propios de lo apolíneo como principios que aluden al minimalismo, este artista arrolla con lo dionisiaco, parafraseando a Julián León y su lectura de Nietzsche (en La teatralidad minimalista y irrupción de lo dionisiaco). Y ahí es donde surge la tragedia, una vez se ubica la obra, el arte; no en el objeto sino en la experiencia a la que dicho objeto incita al espectador, fuera de lugar. Sin embargo, Juan Carlos Rosa no llega a lo preedípico. Aun dentro de configuraciones abstractas, pone énfasis en el aquí y ahora, llevando a los espectadores a una posición desubicada. Así es como trastorna la autonomía de un arte que habla de precariedad. La serialidad, la repetición, la geometría, el orden, la síntesis y el reduccionismo son adulterados y, entonces, se percibe inestabilidad, desequilibrio y desconcierto.
En el proyecto Horror Vacui (2014-15), en sus múltiples adaptaciones, en sus mutaciones constantes, en elementales figuras geométricas tales como círculos y líneas rectas, Juan Carlos Rosa dispersa y, a la vez, constriñe modos de vida. La ropa como material básico de trabajo se arruga y comprime para desestabilizar una columna o poner en evidencia una metopa, porque su origen incierto trasciende la arquitectura que la soporta para revestirla de imperfecciones y precariedad. Desde esa óptica, se precipita lo humano. “El bucle de mudanzas en el que Juan Carlos Rosa se ha visto sumido –señala Marisol Salanova- le lleva a reflexionar sobre el almacenaje, la transitoriedad y el reciclaje, subyaciendo la idea de dar una nueva vida a un objeto con el que ya hemos tenido nuestra historia, dejarlo ir y quizás formar parte del paisaje vital de otra persona”. Así lo puso de manifiesto el artista en el performance Bestseller Writtenonthewall (2015), cuando, fiel a su condición de nómada (figura metafórica del artista), abrió maletas el día de la inauguración de la exposición y fue colgando su ropa en la pared en torno a un círculo, siguiendo las agujas del reloj. Allí dejó su ropa como en un escaparate. Se trata del inicio de un proyecto basado en la creación de elementos con formas geométricas y del alfabeto (V,O,T,H,A,I,L,X,Z entre otras); un alfabeto ininteligible que evidencia los cambios de uso y consumo de un bien que pasa de mano en mano y que habla, más allá del alfabeto en construcción, del exceso, de la ética y la estética de lo sobrante.
El exceso es un concepto al que Juan Carlos Rosa le da vueltas en un bucle infinito, pero que recorre también líneas rectas que se quiebran inesperadamente, aun cuando se adivine una continuidad, porque esos alineamientos están conformados por dobleces y curvaturas también infinitas. Otras veces decide compactar el exceso en construcciones inestables como #BestSeller #Bagage (2014), consistente en un apilamiento de maletas o en los caóticos amontonamientos de Artist of the Rugs (2015). En este último trabajo, el exceso campa a sus anchas como una base acumulativa en crecimiento. Se trata de un vídeo en el que el artista se transmuta en dos tiempos, el antes y el después. En foto fija, delante de un amontonamiento de ropa en un salón convencional, aparece el artista de espaldas adoptando la pose de una escultura griega. Este trabajo que cita muy de cerca Venere degli stracci (1967-1974) del artista povera Michelangelo Pistoletto, no habla del pasado cultural de Italia. No hay estatua. Está el propio artista delante del desecho, unas veces vestido elegantemente, otras desnudo. Lejos de la historia, aunque mirándola de reojo, Juan Carlos Rosa centra la visión en lo contemporáneo, lo cultural y lo cotidiano. Lo barato, lo usado y el desecho cobran vida cuando se relacionan con el mundo, frente a lo no formado, lo duro, lo monocromo y monocorde.
En su pobreza, los trapos demuestran una voluntad de implementar cualquiera y todos los aspectos de la vida en el arte (Christov-Bakargiev, 1999). El exceso, la provisionalidad, lo inestable, la pobreza y lo precario son reordenados por Juan Carlos Rosa en estratos diversos tan atractivos en la forma como repulsivos en lo que contienen y significan, porque a menudo hablan de aquello que no se quiere ver, aquello que queda oculto entre los pliegues, en la blandura de un orden impuesto y en la imperfección última de lo que se usa por separado, sin concierto.
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José Luis Clemente
comisario de la exposición PAM!PAM!, exposición en el Centro del Carmen, Valencia
Del 6 de mayo al 21 de junio de 2015
Foto: Sabela Zamudio
Foto: Asun Bonilla
Foto: Fernando Rincón